En la terapia suceden muchas situaciones y preguntas curiosas que pueden hacer darnos cuenta de cosas que hacemos con nosotros mismos. Hoy mismo ha surgido lo siguiente:
- ¿Para qué tener un corazón si no siento?
- ¿Qué sentido tiene tener un lápiz si no escribo?
- Los instrumentos de música sin ser tocados ¿sirven de algo?
- ¿Cómo voy a sentirme pleno sin escuchar mi música y disfrutar de ella?
Estas preguntas «despiertan» y pueden ser buenas desencadenantes de ejercicios de automotivación. También pueden formar parte de una terapia psicológica.
Cuesta ver el sentido que tiene tener cosas que no mostramos, poseer capacidades en nosotros que siempre están a la espera de algo que nunca llega, tapar los ojos cuando tenemos dos.
Va más allá del desperdicio. Es como un estar sin ser, un tener sin mirar y, en definitiva, un posponer nuestra realidad y verdad.
Son infinitas las compensaciones que nos creamos para evitar. Y es que tenemos miedo a ser lo que somos, pero… ¿hasta cuándo esperar? o ¿esperar a qué?
Nuestras necesidades desean ser satisfechas, nuestras capacidades personales piden ser desarrolladas, nuestro Yo pide un espacio donde manifestarse.
En términos astrológicos, todos nuestros planetas —y no sólo unos pocos— están deseando actuar y tener protagonismo en la vida de uno. El colofón es cuando juntos forman una orquesta afinada…
Pero claro, inicialmente es más fácil no sentir la belleza interior que sentirla, pues ello implicaría responsabilizarse, mostrarla, o al menos plantearse la cuestión de qué me hace no enseñarla. La madurez conllevará pasar por todo esto y sentirla.
La comodidad en la vida actual tira mucho… pero si durante mucho tiempo no nos miramos y nos abandonamos, pasa factura de alguna forma y además, no sentimos las ganas de vivir que, sin embargo, está en nuestro alcance. Qué pena, ¿no?
No es casual la expresión «insuflar vida». En ese hilo de preguntas que surgen a raíz de tu escrito, ¿qué nos hace respirar?¿Qué es un cuerpo sin el latir de la vida?
No es casual tampoco la enorme relevancia que se le da a la respiración en el yoga y en otras vías gnósticas.
Respirar, latir… curiosa la importancia de estos «simples» movimientos repetitivos. ¡Son la vida!
Parece que en «lo simple» residen claves para comprender más la vida. Y nos empeñamos a veces en mirar más allá cuando está tan cerca…
Gracias Juan por tu comentario.
José Ignacio:
A veces es más cómodo vivir de espaldas al sentimiento que atreverse a sentir. El cambio cuesta.
Sentir requiere de un descubrimiento interior, es decir desacostumbrarnos a pensar y andar en la cabeza, racionalizando todo.
Me gustan tus artículos, son claros y concisos.
Gracias, Silvia.
Mucha razón llevas Silvia. Sentir a veces conlleva descubrir algo que la mente no está dispuesta a ver o afrontar…
Gracias por tu útil comentario.
José Ignacio
Estamos tan acostumbrados a pensar que nos olvidamos de sentir, es dificil desprogramarnos para dejarnos sentir, es dificil sanar el inconsciente para que no nos influya una y otra vez en nuestros pensamientos. Cuesta estar atenta en el sentir, cuesta ser perseverante en lo correcto. La mente es poderosa y hay que aprender a no dejarla que nos influya para que lo justifiquemos todo.
Gracias por tus articulos
Pues sí aherrera… la mente ha ido tomando excesivo protagonismo y se ha pasado de vueltas! A ver si recuperamos lo que hemos ido olvidando, y volvemos a sentir nuestro corazón latiendo con la fuerza de la vida. Gracias.
Cuando cierro los ojos, respiro, respiro y respiro, empiezo a oirme por dentro y llego a sentir el latir de mi vida y hasta la sangre correr… Siento que estoy venciendo a mi mente.
Me gustaría hacerlo 3 ó 4 veces al día, pero nunca lo consigo!!!
Gracias por hacerme pensar en ello, con tu comentario.
Mirarse y atreverse a sentir… ¡es tan importante! Un abrazo Lobito.