Hace poco hablábamos del principio de correspondencia (“Como es arriba, es abajo”), y de cómo la Carta Natal reflejaba esa relación entre las “partes” y el “todo”.
Y no sólo eso. Porque las relaciones que muestra la Astrología son múltiples, y abarcan todos los planos de la realidad.
Además de relacionar todo lo visible, esto es, la realidad material como “supersistema” de sistemas, también conecta lo material con lo espiritual, lo transitorio con lo permanente, lo individual con lo colectivo, lo aceptado con lo negado, lo fisiológico con lo psicológico…
La Astrología, a través de la Carta Natal, nos muestra todas las dualidades, a la vez que las trasciende para enseñarnos que todo es Uno.
De esta manera, pasamos de lo mundano a lo psicológico, y de lo psicológico a lo transpersonal.
Por eso, la Carta Natal no sólo nos sirve como un instrumento para entender qué nos ocurre y por qué.
Explica nuestra relación con el resto del Universo pero, además, nos enseña que esa relación no es estática, sino que la podemos cambiar.
¡Eres libre!
Se ha dicho alguna vez que “los astros inclinan, pero no obligan”.
Nacemos con unos instintos y tendencias psicológicas determinadas por muchos factores colectivos: biológicos, culturales, sociales, etc. Entender el contexto en el que comenzamos nuestra vida es fundamental para la mirada astrológica.
Y también, desde luego, pesan los factores individuales. Nacemos con cierto temperamento y personalidad que, al interactuar con el entorno, condicionarán nuestro carácter.
Y esa interacción marcará, en gran parte, el guión de nuestra vida.
Pero no es un guión escrito palabra por palabra, al final de cuya última página podemos leer la palabra “fin”.
Es más bien una pauta, unos apuntes escuetos a partir de los cuales podemos (debemos) improvisar. Es sólo el principio de la historia, el “érase una vez…”
Porque el guión lo escribimos nosotros. Y, si desarrollamos el conocimiento suficiente, el final de la historia puede llegar a ser muy diferente al principio.
Sí: ¡somos libres! Y, quien dice libres, dice responsables. De nosotros depende que el guión propuesto acabe en tragedia griega, o que comamos perdices…
La palabra clave en todo esto es conciencia. Y la Carta Natal, a medida que profundizamos en ella, nos la aporta en cantidad!
¡Conócete a ti mismo!
Cuanto más consciente eres, más recursos posees para cambiar tu vida.
A mayor inconsciencia, más probabilidades tienes de repetir siempre los mismos patrones de conducta, caer en los mismos hábitos negativos, cometer los mismos errores.
Podemos decir que, cuanto menos te conoces, más infeliz eres. Porque no eres libre, no te sientes dueño de tu vida. Todo lo que está a tu alrededor te hace reaccionar de forma automática, te condiciona, te controla, se apodera de ti. Se convierte en “fatalidades del destino”.
Esto es todo lo contrario del sentimiento de plenitud, de la realización personal. Sentimos angustia ante el futuro. Pensamos: “siempre me pasa lo mismo, y siempre me pasará”. Miedo, ansiedad, frustración, desesperación… Un callejón oscuro y sin salida, un panorama desolador y sin esperanza.
Y esto no forma parte del guión de tu vida: lo escribes tú, por falta de conciencia.
El viaje hacia lo transpersonal
Eres lo que eres, y siempre lo serás. Pero lo puedes ser de muchas maneras… El mejor instrumento puede sonar muy mal si está desafinado.
A través de la Carta Natal, el estudiante de Astrología comprende que, lo que en esencia es, se puede manifestar de infinitas maneras.
Al principio, la Carta Natal te mostrará cómo eres, y por qué vives lo que vives. Al final, acabas descubriendo quién eres en realidad, y aprendes a vivir en consecuencia.
Lo que crees que eres tú y el Universo, cada día se hace más grande, el cuadro se amplía, toma perspectiva, adquiere pleno sentido. Gana en anchura, altura y profundidad, y te permite dar el salto hacia otras dimensiones…
Así opera la Astrología Transpersonal, si te decides a profundizar en serio dentro de ti. Poco a poco, tu ego se hace más y más pequeño, porque el mundo a tu alrededor se ha hecho más grande, hasta abarcarlo todo.
Trasciendes tu persona, tu máscara (que es lo que la palabra persona significaba originariamente), y ves el mundo con ojos nuevos.
Poco a poco, dejas de identificarte con tu papel, dejas de ser el protagonista de tu historia… y te conviertes en su autor.