La semana pasada te comentaba lo mucho que influye conocerse a sí mismo a la hora de no cometer los mismos errores en las relaciones de pareja.
Hoy quisiera recordarte algunos aspectos muy concretos de nuestra personalidad que marcan nuestras elecciones de pareja.
Están en la base de esos patrones de conducta y de pensamiento repetitivos de los que te hablaba.
Parece que el siglo XXI nos pone a prueba en este campo. Cuanto más sofisticada y moderna es una sociedad, más se complican los asuntos de pareja.
¿Por qué?
Quizá, porque pretendemos conducirnos como “personas civilizadas”.
Desde luego, que esto no tiene nada de malo. El inconveniente se nos plantea cuando olvidamos que también somos otras cosas.
¡Queremos vivir!
Estamos tan contentos (¿o no?) con nuestra sociedad supertecnológica y superdesnaturalizada que se nos pasa por alto una verdad básica: somos, ante todo, seres vivos.
Como seres vivos, queremos vivir, cueste lo que cueste.
Como individuos, y como especie, nuestra misión es la reproducción.
En un nivel material, es todo lo que la Naturaleza pide de nosotros.
De modo que, en el plano material, prácticamente todo lo que hacemos está enfocado hacia la perpetuación de la especie.
Aunque no lo pensemos así, son muy pocos los actos que realizamos que no estén dirigidos a atraer a una pareja potencial, impresionarla y… reproducirnos!
En general, no somos conscientes de esto, porque es un instinto que funciona a nivel de la especie.
Si una pareja no ha funcionado y se ha roto, pero ha dejado descendencia, la Naturaleza ha cumplido su misión. Poco importa cómo se sientan los individuos que la formaban.
Hombres y mujeres somos diferentes
La reproducción sexual apareció en nuestro planeta hace cientos de millones de años.
Es una estrategia que permite crear individuos ligeramente diferentes entre sí, para aumentar sus posibilidades de adaptación al entorno.
También conlleva la división de funciones entre los sexos.
Esta especialización causa que, con el tiempo, los individuos de ambos sexos adquieran características diferentes. En algunas especies, estas diferencias pueden ser muy notables.
En el caso de la especie humana, las diferencias se manifiestan en el cuerpo: masa muscular, acumulación de grasa en partes diferentes del cuerpo, órganos especializados como el útero, órganos reproductores, y un largo etcétera.
También somos químicamente diferentes: testosterona y estrógenos en proporciones desiguales.
Y muchas otras sustancias químicas que son segregadas por el cerebro en cantidades variables según el sexo de la persona (como, por ejemplo, la serotonina).
Incluso en el cerebro, se ha comprobado cómo hombres y mujeres poseen áreas diferentes para guardar y procesar la misma información.
¡Hasta nuestros cromosomas son distintos!
Pero, a pesar de tantas diferencias, no deberíamos olvidar cuál es la función principal de las mismas: no es separar, sino unir.
Hombres y mujeres somos diferentes para complementarnos, para completarnos. Estamos hechos para necesitarnos… y entendernos.
Érase una vez el hombre… y la mujer!
Los seres humanos (Homo sapiens) habitamos este planeta hace unos cuatro millones de años, según cálculos conservadores.
Y, durante la mayor parte de ese tiempo, nuestra especie ha llevado un modo de vida que ha quedado registrado en nuestro inconsciente colectivo.
Ha creado mecanismos que ya son instintivos para nosotros.
Como son mecanismos de supervivencia orientados hacia la reproducción, tienen mucho que decir sobre qué buscamos, y cómo, en una posible pareja.
Y aquí encontramos uno de nuestros principales inconvenientes a la hora de buscar pareja.
Sencillamente porque, de forma totalmente inconsciente, aplicamos los mismos criterios de elección que nos servían hace cientos de miles de años!
Los seres humanos tardamos más que cualquier otra especie en convertirnos en seres autónomos. Hasta los seis años, más o menos, somos totalmente dependientes de los cuidados de nuestra madre.
Las consecuencias de tener un cerebro más grande, que tarda más en madurar, produjo que, desde tiempos muy remotos, hombres y mujeres se repartieran las tareas para sacar el mejor partido a los períodos de gestación, lactancia, y educación.
Los hombres se dedicaron a proveer servicios de caza y protección de la manada. Las mujeres, servicios de cuidado de las crías y cohesión social.
Las mujeres se especializaron en sacar el mayor rendimiento de la Luna y Venus.
Y esto dejó fijado en nuestra memoria colectiva las características más deseables en hombres y mujeres a la hora de criar a la descendencia con éxito.
Aunque ya no vivamos en la sabana ni en la caverna, las mujeres siguen sintiendo atracción por el arquetipo del hombre decidido, confiado, fuerte, protector y comprometido.
Y los hombres siguen sintiéndose atraídos por el arquetipo de mujer maternal, comprensiva, y con un cuerpo apto para dar a luz a hijos sanos y fuertes.
Esto ocurre en un nivel hormonal muy básico y está más allá de nuestro ego.
Reconocer que hay una parte muy primitiva de nosotros que también espera ser expresada es un paso muy importante para comprender estos dilemas que se nos presentan cuando intentamos decidir qué persona es la más adecuada para nosotros.
El desarrollo personal también pasa por hacerse plenamente consciente de nuestras necesidades y condicionamientos físicos.
Los cuales incluyen nuestra parte más instintiva, y por lo tanto más inconsciente.
Conocer la historia de nuestra especie es conocer quiénes somos, y nos permite elegir mejor y de manera más realista hacia dónde vamos como individuos.
Y, por más que idealicemos el amor, es importante tener en cuenta de que toda pareja es también un intercambio de bienes y servicios.
Por supuesto que esto no es fácil, sobre todo si vives en una sociedad moderna. ¿Por qué?
Mitos y leyendas de la sociedad moderna
Las relaciones entre hombres y mujeres fueron complicándose desde los inicios de la civilización.
Desde la llamada revolución neolítica, cuando comenzamos a practicar la agricultura, la forma de gestionar las relaciones a través del matrimonio provocó disonancias entre lo que pedían nuestros instintos y lo que era conveniente desde un punto de vista social.
Con la propiedad privada, también surgió la necesidad de gestionar el patrimonio.
Y, con ella, la necesidad de regular cada vez más la vida sexual y social de los individuos.
Y así nos fuimos alejando cada vez más de nuestra auténtica naturaleza, y fuimos olvidando nuestra identidad más profunda como seres vivos.
Nos creemos civilizados, sofisticados y modernos.
Pensamos que vivimos en un entorno neutro, libre de supersticiones y creencias absurdas.
Sin embargo, pocas sociedades han producido tantos mitos y leyendas sobre nuestra identidad social y sexual como las sociedades contemporáneas.
Mitos y leyendas que muy poco tienen que ver con nuestras auténticas necesidades y deseos. A menudo, van abiertamente en contra de nuestros verdaderos intereses.
Es el caso de las identidades y los roles sexuales en nuestra cultura actual.
Vivimos rodeados de mensajes publicitarios, ideologías, consignas y eslóganes que no tienen otro fin que el de vendernos cosas, jugando con nuestra confusión y frustración.
La consigna es “divide y vencerás”.
Me da la impresión de que se ha generado un debate mal intencionado con respecto a quiénes somos los hombres y las mujeres… para que nos peleemos.
En nombre de la “igualdad”, se aprovecha cualquier oportunidad para negar las diferencias básicas entre hombres y mujeres. O bien, para exagerarlas.
Nos vamos a los extremos.
Se habla mucho de diferencias, y se habla mucho de igualdad, pero no se oyen voces que resalten que la finalidad de la diferencia es la complementariedad, y no el conflicto.
Da la impresión de que se plantea el debate sobre los roles sexuales sobre bases que sólo nos llevan a decidir por unos o por otros.
Incluso se emplea el término absurdo de “guerra de los sexos”.
Toda una declaración de intenciones que refleja la violencia e intolerancia de nuestra sociedad.
Todo planteamiento en cuanto a roles sexuales que no tenga como fin la comprensión y colaboración mutua entre sexos es una estrategia orientada a generar incomprensión, rechazo y, a la larga, confusión y frustración.
Y es algo de lo que, tanto quienes promueven ciertas ideologías como los medios de comunicación que las difunden, son muy conscientes.
Pero, ¿para qué?
¿Qué utilidad puede tener generar semejante descontento entre hombres y mujeres?
La respuesta es bien sencilla: una persona frustrada y confusa tiene más tendencia a comprar y consumir bienes que no necesita.
Los que se dedican al marketing lo saben muy bien.
Una persona enamorada o emocionalmente satisfecha no necesita mucho para ser feliz.
Pero una persona frustrada cree que sí.
Y, si no puede satisfacerse por medios naturales, como puede ser la pareja, lo hará a través del consumo, y alguien ganará dinero en el proceso.
Nunca antes en toda nuestra historia como especie nos habíamos visto sometidos a tal bombardeo de consignas sobre qué y cómo deberíamos vivir.
Lo que conviene preguntarnos es ¿para qué?
Y, sobre todo, ¿es esto realmente lo que quiero y necesito?
Qué necesitamos y qué queremos como individuos
Todo lo dicho hasta ahora es importante para situarnos en nuestro contexto individual.
Una vez que aceptamos de dónde venimos, podemos conducirnos con más conciencia y plenitud como individuos.
Somos seres vivos, somos seres sexuados, tenemos una historia como especie y nos movemos en un contexto social que a veces es hostil a nuestros intereses personales. Aceptado todo esto, comienza nuestra aventura personal.
“Lo que necesitas es Amor”, cantaban los Beatles. Todos lo queremos y lo necesitamos, aunque de formas diferentes y muy personales.
Y aquí es donde entra en juego la Astrología.
Porque nos puede ayudar a desenredar la maraña de deseos superpuestos (instintivos, sociales, etc) y mostrarnos el camino hacia lo que realmente queremos para nuestra realización, tanto material como espiritual.
De forma natural, hay una tendencia de los hombres a identificarse con el Sol y con Marte, y de las mujeres a identificarse con la Luna y Venus.
Todo esto viene condicionado por la diferenciación de los roles sexuales.
Pero, gracias a la Carta Natal, podemos comprender que todos los hombres y las mujeres tenemos Venus, tenemos Marte, y todo el resto de funciones planetarias dentro de nosotros mismos.
Todos tenemos elementos Yin y Yang, femeninos y masculinos.
Y una de nuestras tareas a largo plazo, como humanos, es aprender a reconocerlas y expresarlas desde nuestro propio ser.
Mientras tanto, tendremos tendencia a buscar nuestro complemento fuera de nosotros.
De alguna manera, cuando buscamos una pareja, buscamos lo que hay en nosotros pero no sabemos que está ahí, y lo proyectamos fuera, atrayéndolo.
Y, cuando nosotros cambiamos, también nuestras parejas cambian, porque ya no atraemos ni somos atraídos hacia esas energías de manera inconsciente y automática.
Cuando estudiamos Astrología…
Descubrimos quiénes somos y qué queremos.
Qué buscamos en la pareja, qué nos complementa y nos da felicidad y bienestar.
Y, lo que es igualmente importante: descubrimos a quien está a nuestro lado, qué quiere, qué busca y cómo lo expresa.
Nos volvemos más comprensivos y tolerantes con nuestra pareja y todos los que están a nuestro alrededor.
Esa comprensión de nosotros mismos y de quien está con nosotros nos permite elevar la experiencia de la pareja a otra dimensión, menos anclada a las diferencias que nos separan, y más enfocada a las diferencias que nos atraen y nos mantienen unidos.
Y hasta nos dan claves para potenciar la experiencia sexual, conocer mejor nuestros gustos y expresar de forma más sana nuestras emociones.
Tampoco podemos olvidar a Mercurio (cómo nos comunicamos) ni al resto de planetas.
Como siempre, es importante conocer toda la Carta Natal. Y la de nuestra pareja.
Eso sí, sin obsesionarse, sin querer controlar ni manipular.
La Carta Natal es una herramienta de tolerancia y comprensión. Un mapa hacia la armonía de los sexos, para entender la magia de lo complementario desde las aparentes diferencias.
¿Sabías que nuestra identidad personal se viene forjando desde hace millones de años?
¿Te sientes preparad@ para descubrir lo que quieres, y no lo que te dicen que debes querer?
Hola Gustavo,excelente nota, yo creo que las relaciones de pareja, no son tan complejas, los difíciles suelen ser las personas.En mi caso, me divorcié hace dieciocho años, estuve sola y dandome tiempos para reencontrarme con mi «yo» interior que estaba bastante deteriorado.Después de un tiempo me di cuenta que yo siempre supe lo que quería, siempre, como vos decís encausé mi energía de forma positiva, nunca negativa, tengo muy buena autoestima,no alta,buena, me quiero y me acepto, tengo mucha personalidad, muy definida y fuerte como buena ariana, de los errores del pasado aprendí pero me perdoné y no los volví a repetir.A los tres años de estar sola conocí a un ser muy particular pisciano él, al mirarnos fue como si estuviesemos hechos el uno para el otro y aún con los problemas normales de pareja y convivencia nos amamos y cada dia es mas fuerte y soy muy felíz, nos cuidamos, nos apoyamos y nos entendemos , después de todo lo malo biene lo bueno, si uno lo genera y trabaja para eso…estar enamoradas es lo mejor que le puede pasar a una mujer….Vamos, a ser positivas y mirar siempre para adelante!!!.gracias Gustavo por el espacio para expresarnos…saludos…
Hola Luly,
Enhorabuena por los cambios que me cuentas!
Como tú dices, hay que trabajar para lograrlos, pero vale la pena.
Puedes encontrar información sobre cursos y otros servicios en Sermasyo.es
Saludos!
De nuevo estoy aquí Gustavo, después de haber degustado con mucho gusto la segunda parte de las Relaciones de Pareja..o mejor dicho qué buscamos cada un@ , independientemente de si somos hombres o mujeres, mujeres u hombres.
¿Qué si me siento preparada para descubrir lo que quiero..?: Claro que sí!!! y no pienso dejar esta aventura del conocimiento de mi Ser…qué gran herencia para los míos y para mí misma!!!.
Interesantísimos artículo que me ha hecho viajar desde los inicios de la existencia de la civilización humana hasta nuestros días y volverme a situar en las raíces de mi propia IDENTIDAD PERSONAL(cuánto me recuerda esto a la ENERGÍA DE LEO).
La evolución Humana desde esos inicios no ha sido fácil y todo ha tenido que complicarse..pero tengo claro que esto se debe a un Orden Superior, no nos lo podían poner tan fácil a los Seres Humanos. Los minerales, las plantas, los animales no han necesitado «completar» a la Naturaleza, lo que han estado haciendo desde los inicios es COMPLEMENTARLA. El Cielo complementa a la Tierra y v.v; el día a la noche y v.v; hasta la alegría complementa a la tristeza y v.v…pero llegamos los SERES HUMANOS y en esta aparente «evolución» parece que estamos yendo cada vez más para «atrás» y no puedo usar el término «involución» porque a lo mejor «regresar a lo anterior» podría estar hasta bien y eso ya no se puede.
Desde luego si no sé quién soy ni hacia dónde voy, pues las RELACIONES HUMANAS que requieren tanta riqueza de INTERCAMBIO, si qué no van a ningún sitio y ya hablar de AMOR…pues inimaginable…
Es tan importante lo que apuntas de que hay que estar cada día más cerca de nuestra auténtica naturaleza, de nuestra identidad para saber lo que «yo quiero realmente» y «lo que necesito»..pero es que nadie nos ha enseñado a seguir este camino de autodescubrimiento, parece que la sociedad que hemos montado no le han interesado estos temas, por eso digo que «regresar al pasado, como en un sueño, estaría genial», nuestros ancestros eran muy sabios, siento que otras civilizaciones estaban mucho más avanzadas que la nuestra hoy en día.
Y Gustavo..situados en nuestro presente, en nuestra realidad HOY, elevar nuestra experiencia de pareja a otra dimensión, requiere de un esfuerzo y compromiso por nuestra parte extraordinarios y esto necesita de MOVILIDAD ,de salirnos de esa zona de confort porque es ahí, en esa acomodación respetable, por otra parte, donde las personas buscan el COMPLETARSE y no el COMPLEMENTARSE..y claro esa preciosa MAGIA de lo COMPLEMENTARIO desde las aparentes DIFERENCIAS, se convierte en todo lo contrario, en conflicto, en violencia..en incomprensión, intolerancia…(yo me quedo aquí sentadit@ y tú dame lo que te pido….sin importar lo que el otr@ quiere/necesita/desea). Pienso que para complementarse dos personas se requiere entre otras muchas cosas de una gran comunicación, comprensión, apertura y conocimiento del Ser, de mi Yo y del Yo de la otra persona…y esto, sinceramente no se hace porque esto requiere un TRABAJO PERSONAL que no todo el mundo está dispuesto a hacer.Vivir en pareja se ha convertido en todo menos en vivir el AMOR de forma CONSCIENTE Y PLENA y de la SEXUALIDAD, mejor ni hablar, porque se ha perdido su sentido SAGRADO Y MÁGICO, que te lleva a experimentar otras dimensiones del Ser,
Siento que necesitamos un cambio en la EDUCACIÓN DEL SER HUMANO y REVOLUCIONARIO para poder SENTIR a NUESTRO VENUS/MARTE/LUNA Y SOL, desde otro estadio evolutivo y además EXPERIMENTAR LA VIVENCIA DEL AMOR Y LA SEXUALIDAD en Pareja, de una manera distinta a lo aprendido hasta ahora porque NO FUNCIONA.
No me queda más que decir por hoy que apostemos por el AMOR sentido y expresado en todas sus formas y que el AMOR DE PAREJA y EN PAREJA, puede SER UN PRECIOSO COMPLEMENTO en nuestro CAMINAR por esta VIDA PORQUE YO YA SOY UN SER COMPLETO.
Disfrutar de la VIDA y de las RELACIONES es otra asignatura pendiente.
Por la MAGIA DEL AMOR y de las RELACIONES HUMANAS..
Muchos besitos y abrazos Cósmicos..
Eva
Gracias, Eva, por tu comentario.
¿Involución? A veces lo parece, ¿verdad? Me recuerda a cuando los planetas se ponen retrógrados: es un movimiento aparente, y es parte del camino.
Creo que estamos ante una época donde nos vemos enfrentados (como colectivo humano) a retos y situaciones totalmente nuevas. Y eso hace que, por un lado, tengamos miedo y, por otro, no nos queda más remedio que experimentar y equivocarnos.
Estoy de acuerdo contigo en que nos educan muy mal. Pareciera que nunca nos cuentan las cosas realmente importantes. Nos enseñan a «rendir», a ser competitivos, a producir… En definitiva, nos enseñan a ser «útiles»… para otros.
Y, así, la senda del desarrollo personal se puede hacer un poco solitaria a veces. ¡Una lástima!
Saludos, Eva.