Habitualmente no solemos pararnos en nosotros mismos. No miramos nuestra vida, no reflexionamos sobre ella, sólo la «soportamos», como si fuéramos arrastrados por ella. Sin embargo, la vida es una línea continua con saltos discontinuos, y este presente proviene de un pasado. Reconocer la relación entre el pasado y el presente puede hacernos ver el sentido de nuestra vida.
Río Lozoya desde Buitrago de Lozoya, Madrid, 2010
Podemos vivir, sin más, o vivir con consciencia. Necesitamos pararnos, ser y estar con presencia, para percibir esa lógica ilógica que contiene la vida de uno mismo. El summum de este ejercicio es cuando ese pasado lo extiendes a la familia, y encuentras el sentido de tu existencia a través de la vida de tus padres, abuelos, bisabuelos…
¡Puro autoconocimiento y crecimiento personal!
Autor: José Ignacio Marina, Astrólogo Transpersonal y Psicoterapeuta.
URL: Astrología y Desarrollo personal
Cuando hice mi escuela me enseñaron que en oriente existía un culto que se llamaba culto a los antepasados. Más adelante aprendí que este culto existió también en nuestra cultura antes del cristianismo, y que se ejercía en familia y paralelo a la religión pública. No entendí a qué se refería, lo guardé como dato curioso. Ahora, habiendo vivido, lo comprendo. Se trata de lo que afirmas en este post y el sentimiento que lo acompaña es el de veneración. Si estamos en Cancer se queda en familia, pasando por Virgo se extiende al planeta y más allá. Nos hace tomar consciencia de nuestra responsabilidad.
Ese río lo dice todo. Es cosa de imaginar que como estirpe y humanidad somos ese río, zambullirnos en él y sentir su movimiento poderoso. La familia nos conecta, es la conexión.
Conexión, ahí está Marta, en la conexión está el sentido (Júpiter en el lenguaje astrológico), y en la desconexión o aislamiento (ego) está el sin-sentido.
Fuerte abrazo!
Diría que existe una continuidad energética entre nuestros antepasados y nosotros, independientemente de que los podamos conocer o no. Yo lo veo como otra herramienta de autoconocimiento, que no quiere decir que sin eso no se pueda encontrar el sentido de la propia vida. Rastrear el árbol genealógico es positivo, pero no imprescindible.
¿Qué soy? Pues ese río en una gota, o la gota que contiene el río. Verse en el río… 😉
Un abrazo Juan!
¿Y qué hacemos quienes no hemos conocido a nuestros abuelos ni bisabuelos, ni tampoco tenemos la opción de rastrear nuestro arbol genealógico? 🙁
Comparto tu visión de esa línea recta y la paradoja que resulta en sí la existencia. Quizás haya que traspasar esa lógica ilógica y zambullirnos en ese río que comenta marta. Un río, a mi entender, que fluye en el presente y que se hace realidad desde el más puro sentir que seamos capaces de permitirnos.
¿Soy esta mente en un cuerpo o soy el sentir que siente que soy consciente de que siento?
Ahondando en lo dicho Juan.
Es que «de tal arbol, tal fruto», alguien en tu pasado familiar da razón de quién eres tú ahora. Y aunque no sepas ni su nombre así es. Entonces los recibes y te reciben. Hay un mutuo reconocimiento.
Y aun que fueras huérfano, o tus padres lo fueran, la familia que dió cabida injerta en su árbol. Tienes árbol por partida doble. Y eso te engancha doblemente al río.
Cesar Augusto adoptó a Tiberio Claudio siendo él de la familia Julia y Tiberio lo sucedió. A nadie le pareció extraño, la adopción se vive como un injerto en el árbol familiar. Está en nuestra cultura ancestral. Si no conocemos a nuestros antepasados es porque lo olvidamos, olvidamos la importancia de honrarlos. Ellos dan razon de nosotros, nos justifican, todos, sin excluír a ninguno, ni al más oscuro. Piensas en ellos, meditas sobre ellos, agradeces tu vida, la oportunidad que te dieron, y tu vida se hace más sólida, más real. Aunque no los conozcas.
Por eso Jose habla, pienso yo, de una línea continua-discontínua. Las discontinuidades son lo que no sabemos. Pero lo invisible no por invisible deja de ser, como estoy segura que sabes y sientes.
Con respecto a tu última pregunta pienso que somos las dos cosas. 🙂
El fruto, y también el pájaro que remonta el vuelo desde el árbol.
Gracias Marta.
En mi caso sucede así: no conozco mi árbol. Es un tema que me atrajo, pero la vez que intenté ahondar y comenzar ese trazado, no pude avanzar ni una sola generación. Entiendo que los genes nos delinean más de lo que queremos aceptar generalmente, y que el llamado libre albedrío se circunscribe a un marco concreto de posibiliades de las que poder escoger, pero cuyo límites son en parte impuestos por nuestra arbol genético.
Me gusta ese agradecimiento que señalas hacia nuestros antepasados, aunque en lo concreto los ignoremos por completo.
Desconocía el hecho de tus antepasados. Además de lo comentado, se me ocurre que ese corte podría asemejarse al «loco» del Tarot. Es necesario emprender algo nuevo, como cuando borras la memoria y no puede haber una continuidad en la acción, aunque en verdad haya una conexión de fondo (continua línea discontinua). No sé cómo te llegarán estas palabras.
Ha de haber una continuidad, pero como indicas, creo que afecta desde lo no consciente (lo que comentábamos de los límites impuestos por nuestra base genética, aunque no tengamos un conocimiento concreto sobre ella).
Por otro lado, no sé hasta qué punto conocer tu árbol te pueda incitar a establecer lazos justificativos que quizás no sean del todo certeros en tu camino de autoconocimiento. Quiero decir que quizás pueda servir para proyectar en nuestros antepasados la responsabilidad, o el germen de la responsabilidad, de tales o cuales rasgos de nuestra personalidad, que sentimos como defectos. Puestos a elegir, sin duda sería enriquecedor conocer de quienes venimos y cómo eran.
Tus palabras me llegan, como siempre 🙂
Esto es un buen trabajo en Reberthing, poner a los padres y antepasados en el corazón y agradecer te conecta al flujo de la vida,
y es algo bien difícil porqué una cosa es pensar que lo tienes que hacer y otra sentir como aparecen una cantidad de justificaciones » es que yo necesitava más comprensión», » es que yo me sentí muy abandonada» etc. es como si al ponerlos en el corazon se conecte mi herida y sanando ese niño herido puedo abrir mi corazón.
Sí Llumineta, es un trabajo personal, muy íntimo. Por supuesto que se puede buscar ayuda, pero el trabajo es tuyo, no te lo regalan, ni con pagar es suficiente.
En ocasiones no se consigue. Requiere que la persona haya crecido, que ya no sea un niño, que comprenda y acepte las circunstancias, entonces mira a su niño y lo consuela, lo abraza y ya está. Ese niño necesita consuelo, no que le digan que crezca y comprenda. Si el adulto es un niño no puede consolar a su niño. Se debe hacer un trabajo más largo y lento que nada más un renacimiento. Dudo de las soluciones mágicas para todos, funcionan con algunos, y son pocos.
Yo agradezco el haber podido sentir de una manera vivencial la desconexión que hago, creo que el darse cuenta es importante.
Me siento como un adulto que d vez en cuando mi niño me boicotea.
Como dice José I. necesitamos pararnos, ser y estar con presencia para percibir la vida.
Os acabo de descubrir y me ha encantado,solo comentar que aqui en nuestra cultura Occidental no es facil pararte y reflexionar pero cuando consigues hacerlo; meditar estar en silencio sin la mente pensante puedes empezar a saber quien eres y que por algun motivo estamos en este mundo. Me cuesta ver la relacion familiar,supongo que hace falta empezar por uno mismo y asi poder seguir por la familia. Por que las amistades entran en este rol o les damos otro tratamiento porque no hay una relacion de sangre?Saludos
Bienvenida, Laura. Efectivamente, el día a día occidental está lleno de ruido, y no es fácil conectarse con uno mismo, la inercia nos lleva a otros lados externos!
La ubicación de uno dentro de la familia pienso que viene después del trabajo del autoconocimiento. Casi viene como añadido natural, sin esfuerzo. Te preguntas «¿y mi familia? ¿y yo en mi familia?» 🙂 y vas enlazando… Saludos.