Seguramente habrás oído más de una vez que “las ideas mueven el mundo”.
Y, en cierto sentido, es verdad.
Cada vez que queremos conseguir algo, es necesario dar forma y dirección a aquello que queremos.
Ponemos las neuronas a trabajar, consideramos los “pros” y los “contras” de la situación, y pensamos hasta que “se nos enciende la lamparita”.
Nos hacemos una idea de cómo vamos a concretar lo que queremos.
Y, una vez que hemos tenido la idea, estamos listos para ponerla en práctica y así provocar un efecto en el mundo.
¿Qué mueve a las ideas?
Pero podemos preguntarnos: “si las ideas mueven el mundo, ¿qué moviliza las ideas?”
Las ideas son productos de nuestra capacidad racional y analítica, lo que llamamos la mente.
Contaba la semana pasada que la mente sólo es una herramienta que utilizamos para resolver problemas con vistas a nuestra supervivencia.
No hay verdadera creatividad ni motivación en la mente, en contra de lo que nos pudiera parecer en un primer momento.
Sencillamente, nuestra sociedad nos educa para que creamos que la mente nos da la capacidad de comprender el mundo y producir efectos en él basándonos en la mera capacidad racional.
Es un prejuicio muy arraigado en nuestra cultura occidental (tecnocrática y “científica”) que no resiste un análisis profundo.
Recuerda: la mente, al igual que un ordenador, no es más que un simulador de relaciones entre elementos. Su objetivo es predecir el resultado de esas relaciones.
Y poco más…
Ordena, compara, calcula…
Lo mismo que la máquina, nos da un resultado acorde con la información introducida y según su propia capacidad de procesamiento pre-programada.
No genera verdad ni realidad.
Por tanto, no es nuestra capacidad de análisis lo que nos impulsa a la acción.
Lo que de verdad nos hace actuar, poner en marcha mente y cuerpo en busca de un objetivo, es el deseo.
Y así, podemos concluir que es realmente el deseo lo que mueve el mundo.
¿Qué deseamos?
¡Muchas cosas!
Deseamos estar sanos y ser felices.
Si algo me duele mucho, deseo que me duela menos. Y, cuando me duele menos, deseo que no me duela nada.
Si deseo una casa y estoy alquilando, quiero comprarme una casa propia. Y, si las cosas “me van bien”, entonces quiero comprarme una más grande.
Si no tengo dinero, quiero tener al menos un poco. Pero cuando consigo tener un poco, quiero un poco más.
Y luego mucho.
Y luego muchísimo…
Deseamos estabilidad, seguridad, libertad, paz, y progreso.
Deseamos lo mejor para nuestros familiares y nuestros amigos, o para toda la humanidad, o quizá sólo para mí.
Deseamos amar y que nos amen.
¡Y no paramos de desear!
Parece que toda nuestra vida, y todo lo que pasara en el mundo, se revolviera alrededor de deseos de todo tipo.
Si, además, nos ha tocado vivir en lo que se llama una “sociedad de consumo”, podemos tener la sensación de que la vida consiste en una carrera sin fin sin otro objetivo que el de satisfacer deseos.
¡Y realmente es así… en parte!
Pero sólo deseamos una cosa…
Si vamos a lo esencial, realmente sólo deseamos una cosa: sobrevivir como especie.
Es algo que ha sido de sobra estudiado por biólogos, sociólogos, psicólogos, antropólogos, médicos, neurólogos y una larga lista de expertos en diversos campos del conocimiento.
Todos llegan a la misma conclusión.
Todos los deseos que nombrábamos antes tienen el único objetivo de incrementar las posibilidades de perpetuación de la especie. Desde sembrar patatas hasta peinarse el tupé…
Como seres vivos, queremos vivir.
Vale lo mismo para las bacterias que para los cocodrilos o las amapolas.
Es algo que no se elige y no se decide. Está más allá del ego e incluso de la especie.
Es la vida misma la que desea vivirse, eternamente.
Aquí hay un misterio inexplicable para la ciencia y para la mente.
No podemos ponerle palabras.
Simplemente, es algo que está ahí, en el fondo oscuro del Universo.
Aunque, ¿es sólo esto la vida? ¿Una mera lucha por la reproducción, como nos quieren hacer creer los biólogos más tradicionales y los documentales de la “vida salvaje”?
¿Es que no hay más?
…o quizá dos. Tenemos una doble vida!
La Vida es lo profundo y misterioso por excelencia.
La ciencia no puede explicar por qué hay Vida y Conciencia.
Es más, desde un punto de vista científico ortodoxo, no deberían existir!
Las religiones lo han intentado, pero sus explicaciones han resultado demasiado oscuras, o interesadas, o se han limitado a decirnos que no es asunto nuestro ocuparnos de esas cosas.
Muchas veces, se han refugiado en dogmas muy intransigentes, provocando conflictos aún más innecesarios y peligrosos que el orgullo científico.
Así y todo, tanto los fundadores de las religiones como los maestros espirituales de Oriente y Occidente han señalado, desde hace miles de años y hasta la actualidad, la realidad de lo que, a falta de mejor manera de nombrar lo innombrable, podemos llamar el “Ser”.
Podemos llamarlo Dios, Logos, Tao, Uno, y mil nombres más.
La idea es la misma.
El Ser es esa “substancia” o “esencia” de la que hablaban los filósofos de la Grecia clásica. Lo que está “por debajo” (sub-stare) de la apariencia, lo que define lo que “somos” (essere=ser),
La Idea que tantos quebraderos de cabeza dio a Platón.
Todos, tanto filósofos antiguos (y algunos modernos) como profetas, ascetas, místicos y otros “buscadores de esencias ocultas”, han señalado esa parte de nosotros que está conectada a la realidad total del Universo.
Y han recalcado que es ésta la parte más auténtica y verdadera de nuestra realidad como seres vivos.
El mero hecho de que toda esta gente haya sido unánime a la hora de hablar de este tema, merece nuestra atención y consideración.
E incluso la ciencia moderna se está acercando a esta visión antigua de la Vida y la Conciencia, como lo muestran los avances en el campo de la física cuántica, la biología epigenética, o la psicología, como podemos comprobar, por ejemplo, en la famosa “pirámide de Maslow”.
Y es que cada vez más gente empieza a cuestionarse la idea de que seamos meros seres individuales y “separados” del resto del entorno.
Comenzamos a comprender, como había sugerido el gran inventor Nikola Tesla, la realidad “en términos de energía, vibración y frecuencia”.
Las implicaciones de este cambio de actitud podrían suponer la mayor revolución que hayan experimentado la ciencia… y la conciencia desde hace miles de años.
Curiosamente, podríamos dar el gran salto hacia el futuro… volviendo a las raíces del pasado, comprendiendo y comprendiéndonos desde las bases que sentaron las ciencias antiguas, entre ellas la Astrología.
El Ser, ese núcleo hecho de la misma esencia pura de la que está formado esencialmente el Universo, nos impulsa hacia otros deseos que no son los de la mera supervivencia.
Está siempre empujando para que desarrollemos todas nuestras capacidades en potencia, y las convirtamos en realidad.
En la medida en que nos resistimos a ciertas energías que anhelan ser realizadas, podemos vivir en la frustración y la infelicidad.
Como no somos enteramente conscientes de todo lo que somos, se causa una disfunción en nuestra vibración energética que nos hace sentirnos incómodos, dolidos, o a disgusto con la vida y con el entorno.
Se produce una “neurosis”, es decir una distancia entre lo que realmente deseamos (lo que desea nuestro Ser), y lo que creemos que deseamos como seres individuales.
Se alejan la realidad y el deseo.
Y terminamos llevando una doble vida, sin saberlo.
La Astrología te muestra tus auténticos deseos, y el camino para realizarlos
A través de la Carta Natal, nos hacemos conscientes de nuestros deseos como individuos.
Comprendemos lo que queremos y por qué.
Y, también, descubrimos cuáles son los deseos del Ser en nosotros, lo que venimos a desarrollar y aprender en la vida y sobre la Vida, en una serie de comprensiones cada vez más profundas, hasta que llegamos a ser conscientemente quienes siempre quisimos ser.
Es un camino que dura toda la vida, donde a cada paso comprendemos más y más.
Y de cómo lograrlo, mediante los tránsitos, la Revolución Solar y las demás técnicas de progresión.
Realmente, no se puede pedir más.
Como ves, es todo un tesoro de autodescubrimiento a tu alcance.
Un mapa, un camino, y las “instrucciones” para recorrerlo. ¡A qué esperas para conocerlo!
Espero que todo lo que te he comentado en este post te ayude a comprenderte mejor y te impulse a querer conocerte tal y como eres, porque hay muchísimo potencial en cada uno de nosotros.
¡Es mi principal deseo!
¿Qué deseas?
¿Qué te impulsa?
¿Sientes que deseas una cosa y la vida te impone otras?
En los comentarios puedes expresar y compartir tus deseos 🙂
Buenas noches José Ignacio..profundísimo artículo el de los deseos y el desarrollo personal…siento que somos ya muchos l@s que hemos dejado de «vivir la realidad» como se nos impuso de pequeños para pasar a otros estadios de Vida, más profundos que conectan más con nuestra esencia y con la esencia de todo lo que nos rodea. Pero este camino de conocimiento de un@ mism@ lleva consigo una cierta soledad..porque para poder seguir nuestros impulsos/deseos más verdaderos frente a lo que nos impone vivir «en esta sociedad que hemos establecido», hay que dejar caer muchas máscaras, hay que bajar a nuestro sótano y limpiar muchas telarañas que no nos dejan «ver más allá» y eso..no gusta porque «remueve»…y simplemente «dejamos de vibrar con lo que hay de verdadero en nosotros mismos», por miedo..quizás a descubrir «nuestros verdaderos deseos que no cuadran con lo que nos pide/exige el mundo en el que vivimos». Un abrazo cósmico.Tu alumna Eva.
Hola Eva, me alegro que te guste, se lo debemos al compañero Gustavo!
Leerte me recordó este artículo.
Nos vemos.
Hola, Eva.
Como tú dices, puede ser complicado compaginar el desarrollo personal con las exigencias de nuestro entorno, que están basadas en otros principios y otros valores.
Pero, como tú también apuntas, somos cada vez más los que intentamos replantear lo que nos han enseñado, y ver las cosas de otra manera.
Se percibe una necesidad de cambios para volver a conectarnos con lo esencial. Y, para eso, debemos primero hacer un trabajo de limpieza interior, «bajar al sótano» y «limpiar telarañas».
Saludos, y gracias por tu comentario.
Gracias por esta aportación… hace escasamente 10 minutos que me he suscrito para aprender sobre esta herramienta de autoconocimiento; hay multitud de herramientas que sirven para encaminarnos en la dirección de ir descubriendo quienes Realmente somos y llevaba un tiempo que rondaba mi cabeza el estudio de la astrología como herramienta de autodescubrimiento y terapéutica… aunque he de reconocer que también me ha parecido extraña con sus símbolos e interpretaciones en lo que parecía más un jeroglífico que un mapa.
Agradezco esa apertura de la que estáis haciendo gala en esta maravillosa época de apertura y cambio de consciencia.
Un abrazo a ambos. Om Shanti
Hola, Ramón,
enhorabuena por tu interés en la Astrología!
Sí, al principio puede parecer «extraña». Pero, poco a poco, según profundizas en su estudio el mapa se hace más claro, y el jeroglífico se descifra!
Y entonces la Carta Natal cada vez te cuenta más cosas, se hace más rica en matices y significados.
Un abrazo.